Thursday, June 2

Perder es ganar

Mi hijo mayor comenzó su año escolar más bien tambaleando con sus calificaciones. Los altibajos que experimentó le hicieron desesperar y entrar en un espiral de angustia. Según él no había una promesa realista de un futuro cercano optimista; él sólo veía que se acercaba un periodo escolar oscuro y lleno de decepciones.
Uno de los temores más complejos de abordar para los padres aparece cuando los hijos se enfrentan al fracaso. A mi hijo no le correspondía saber que se puede salir de las dificultades pidiendo ayuda. Desde esa primera "adolescencia" infantil, cuando los niños muy pequeños se enfrentan a toda situación con la frase "Yo sólo", los niños creen que deben solucionar sus dificultades sin asistencia. El grito desesperado de "¡mamá!" o "¡papá!" aparece cuando ya no se sabe que hacer o cuando ya es demasiado tarde. En el caso de mi hijo, el grito de desesperación lo escuchó primero una profesora. Ella supo dar las pautas y presentar una noción nueva que permitió a mi hijo, al principio con algo de incredulidad, ver la luz al final del túnel.
Esta noción la conocemos los adultos y la utilizamos a diario, pero no tiene sentido para los niños hasta la adolescencia. Ante toda dificultad, nosotros nos preguntamos ¿qué vamos a hacer?, ¿cómo vamos a enfrentar esta situación?  Los planes y las estrategias son ideas foráneas para los niños ya que ellos no saben organizarse para el futuro. Hay que introducir estos conceptos en múltiples contextos de la vida de los niños como para que no les parezcan extraños y ellos puedan utilizar esos recursos.
Como he indicado anteriormente, para los niños los aprendizajes se dan en contexto y no es de esperar, conditio sine qua non, que ellos trasladen sus aprendizajes de un contexto a otro. Hace falta del ojo del adulto como para detectar lo que le ocurre a lo niños y ofrecer opciones. En palabras de otro educador: "Nuestra tarea consiste en crear condiciones favorables y en asegurar un ambiente positivo que estimule el desarrollo personal." Solucionar el problema debe ser, cada vez con mayor frecuencia, una tarea personal. Esto no se opone a pedir ayuda. La autonomía supone saber distinguir cuando uno está equipado para la acción independiente y cuando se requiere de ciertos apoyos.
El plan que la profesora le ofreció a mi hijo rindió sus frutos. Con algunos matices, mi hijo se pudo plantear una meta, seguir una pauta y utilizar estrategias específicas. Los resultados iniciales marcan una tendencia hacia un futuro menos austero en cuanto a logros, pero lo más relevante es que mi hijo siente la satisfacción del logro obtenido con esfuerzo, constancia y un plan acorde. Lo mejor que le pudo pasar es que le hubiese ido 'mal' al inicio del año. Perder es ganar.

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