Tuesday, January 29

Lessons in serenity

Yesterday I went to the supermarket with two of the boys; number two and number four. Strangely enough this particular combination of boys ended up being perfect for a trip to the supermarket. They were helpful; hardly any whining! When we were in the detergent isle suddenly, out of nowhere, a small boy of no more than two years old, leaped on top of my five-year-old and began to try to bite him. In what seemed like tenth's of a second, he managed to bring my son to the ground and started knawing at him like mad. The child's mom grabbed him and I pulled my boy behind me in one Jacky Chan movement. What happened next was what really got to me. Of course, the mom apologised. She was visibly quite embarrassed and upset. While I was checking my son for any marks, he went up to the mom and tried to calm her down. He said he was ok, that he wasn't hurt and that she shouldn't worry. After the mom told us that she's had a lot of trouble with her son, my son explained to her that he understood and that it was all in the past. So proud of my little guy!

Muestras de serenidad

Cada vez que voy al supermercado con más de uno de mis hijos temo y tiemblo por el nivel de estrés que ello implica. No es que mis hijos tengan un comportamiento particularmente malo. Es simplemente que ellos son niños y su tarea no es verdaderamente la de ayudarme. No me malinterpreten, sí creo que me deben ayudar, y de hecho lo hacen. Es sólo que lo hacen a su modo, a su ritmo y no el mío. Eso me logra poner tenso.
Pero ayer mis hijos me dieron una lección en paciencia y serenidad. Fui con dos de ellos al supermercado; con el segundo, de nueve años, y el menor, de cinco años de edad. De alguna manera resultó que esa combinación de niños fue muy provechosa para los efectos de salir a realizar compras. Ellos fueron de gran ayuda, casi no pidieron que les comprase algo y reclamaron muy poco.
Cuando ya terminabamos nuestro recorrido por el supermercado, llegamos a la fila de los detergentes. De pronto, como sacado de una escena de una película de zombies, un niño pequeño (no pudo haber tenido más de dos años) se abalanzó sobre mi hijo menor, lo tumbó y comenzó a intentar morderle repetidas veces. La madre del niño y yo reaccionamos inmediatamente. La madre agarró a su hijo y yo puse al mío a salvo con un movimiento digno de Jacky Chan.
Me extrañó no escuchar llanto alguno por parte de mi hijo. En vez de llorar, mientras la madre del otro niño pedía disculpas y daba explicaciones acerca de la conducta de su hijo y yo revisaba al mío para ver si tenía alguna herida, mi hijo se aseguró de calmar a la señora. Él le decía que él estaba bien. Que no estaba herido y que no le dolía. Luego la señora nos contó que ha tenido muchos problemas con su niño. Mi hijo le mencionó que él entendía y que ella no debía preocuparse.
Al concluir el incidente mis hijos comenzaron a conversar acerca de otras cosas; lo importante de realizar una un otra maniobra en un juego de la consola de videojuegos que ellos tienen, la temperatura que ellos creen que va a tener la piscina el día siguiente y el recuerdo de como las hormigas se llevaban un grillo por partes a su nido.
Creo que yo todavía no me repongo de la escena en que mi hijo era atacado por otro. Ellos en cambio, ya dieron vuelta la página.